Sociedad Bíblica Peruana

ESPERANZA A PESAR DE LAS ADVERSIDADES

Bible text(s)

Acción de gracias por la justicia de Dios

Al músico principal. Sobre Mut Labén. Salmo de David.

1Señor, te alabaré de todo corazón

y hablaré de todos tus portentos.

2Por ti me alegraré, oh Dios altísimo,

y cantaré alabanzas a tu nombre.

3Ante ti, mis enemigos huyen;

ruedan por el suelo y perecen.

4Tú eres un juez justo, y desde tu trono

defiendes mi causa y me haces justicia.

5Sometes a las naciones, destruyes a los malvados,

y borras para siempre su memoria.

6Mis adversarios se han desvanecido;

han quedado destruidos para siempre.

Con ellos se borró el recuerdo

de las ciudades que tú destruiste.

7Pero tú, Señor, permaneces para siempre,

y tienes preparado tu tribunal de justicia.

8Con justicia juzgarás al mundo;

con rectitud juzgarás a las naciones.

9Tú, Señor, eres el refugio de los pobres;

eres su amparo en momentos de angustia.

10En ti confían los que conocen tu nombre,

porque tú, Señor, proteges a los que te buscan.

11¡Canten al Señor, que vive en Sión!

¡Proclamen entre los pueblos sus acciones!

12El Dios vengador se acordó de ellos;

¡no olvidó el clamor de los afligidos!

13Señor, ¡ten misericordia de mí!

¡Mira cómo me hacen sufrir mis enemigos!

Tú me libras de las puertas de la muerte,

14para que a las puertas de Sión

proclame tus alabanzas y goce de tu salvación.

15Las naciones cayeron en el hoyo que cavaron;

¡quedaron atrapadas en su propia trampa!

16El Señor se ha revelado al hacer justicia;

los malvados se enredan con sus propios hechos.

17Esos malvados serán llevados al sepulcro,

con todos los que se olvidan de Dios.

18Porque no siempre serán olvidados los pobres,

ni todo el tiempo se desvanecerá su esperanza.

19Señor, ¡levántate y juzga a las naciones!

¡No dejes que el ser humano se envanezca!

¡Haz que las naciones comparezcan ante ti!

20¡Infúndeles, Señor, temor de ti!

¡Que sepan las naciones que solo son seres humanos!

Saludo

1Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, saludamos a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya.

2Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, sean con todos ustedes.

Aflicciones de Pablo

3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,

4quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están sufriendo, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.

5Porque así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así también por el mismo Cristo abunda nuestra consolación.

6Si nosotros sufrimos, es para que ustedes reciban consolación y salvación; si somos consolados, es para que ustedes reciban consuelo y puedan soportar como nosotros cuando pasen por los mismos sufrimientos.

7Firme es nuestra esperanza respecto a ustedes, pues sabemos que así como participan en nuestras aflicciones, también participan en nuestra consolación.

8Hermanos, no queremos que ustedes ignoren nada acerca de los sufrimientos que padecimos en Asia; porque fuimos abrumados de manera extraordinaria y más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que hasta perdimos la esperanza de seguir con vida.

9Pero la sentencia de muerte que pendía sobre nosotros fue para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos;

10y él nos libró, y nos libra, y aún tenemos la esperanza de que él seguirá librándonos de tal peligro de muerte,

11si ustedes nos apoyan con sus oraciones por nosotros. Si muchos oran por nosotros, también serán muchos los que den gracias a Dios por el don concedido a nosotros por tantas oraciones.

Pablo pospone su visita a Corinto

12Nuestro motivo de orgullo es el testimonio de nuestra conciencia ante Dios, que nos dice que en este mundo, y especialmente con ustedes, nos hemos comportado no con sabiduría humana, sino con la sencillez y la sinceridad que proviene de Dios.

13Porque no les escribimos nada que no pudieran leer y entender, y espero que al final puedan comprenderlo todo,

14así como ya en parte han entendido que pueden estar orgullosos de nosotros, y que nosotros estaremos orgullosos de ustedes en el día del Señor Jesús.

15Seguro de esto, quise antes que nada ir a visitarlos, para que tuvieran una doble bendición;

16es decir, quise visitarlos de camino a Macedonia, y visitarlos nuevamente a mi regreso, para que me ayudaran a continuar mi viaje a Judea.

17Cuando quise hacer esto, ¿fue acaso algo decidido a la ligera? ¿Acaso lo que pienso hacer, lo pienso como toda la gente, que está lista para decir «Sí» y «No» al mismo tiempo?

18Dios es testigo fiel de que nosotros no les decimos a ustedes «Sí» y «No» al mismo tiempo.

19Porque Jesucristo, el Hijo de Dios, que Silvano, Timoteo y yo les hemos predicado, no ha sido «Sí» y «No»; sino que siempre ha sido «Sí» en él.

20Porque todas las promesas de Dios en él son «Sí». Por eso, por medio de él también nosotros decimos «Amén», para la gloria de Dios.

21Y es Dios el que nos confirma con ustedes en Cristo, y es Dios el que nos ha ungido,

22y es Dios el que también nos ha marcado con su sello, y el que, como garantía, ha puesto al Espíritu en nuestros corazones.

23Así que pongo a Dios por testigo de que, si aún no he pasado por Corinto, ha sido por consideración a ustedes.

24No es nuestra intención dirigir la fe de ustedes, sino colaborar con ustedes para que tengan gozo, pues por la fe se mantienen firmes.

2 Corintios 1:1-24RVRCAbrir en el lector de la Biblia

1Cuando te sientes a la mesa de un gran señor,

piensa bien en presencia de quién estás.

2Ponte un cuchillo en la garganta

y refrena en lo posible tu apetito.

3No quieras llenarte con sus deliciosos platillos,

porque son un pan engañoso.

4No te entusiasmes por hacerte rico;

usa tu buen juicio, y desiste de esa idea.

5¡Apenas logras poner los ojos en las riquezas,

cuando estas ya han desaparecido!

¡Es como si les salieran alas, alas de águila,

y desaparecen volando por el cielo!

6No compartas la mesa con el avaro;

no quieras llenarte con sus deliciosos platillos,

7porque en su interior sigue siendo avaro.

Te invitará a comer y beber,

pero no te invitará de corazón.

8Después vomitarás lo que hayas comido,

y habrás desperdiciado tus halagos.

9No trates de hacerte oír por un necio,

porque este no apreciará tus sabias razones.

10No traspases los linderos de antaño

ni invadas la propiedad de los huérfanos;

11ellos cuentan con un poderoso defensor,

que saldrá en su defensa y contra ti.

12Abre tu corazón a la enseñanza,

y tus oídos a las palabras del saber.

13No dejes de corregir al joven,

que no va a morirse si lo castigas con vara.

14Al contrario, castígalo con vara

y lo librarás de caer en el sepulcro.

15Hijo mío, si en tu corazón eres sabio,

eso alegrará también mi corazón.

16En mi interior sentiré gran alegría

cuando con tus labios digas lo que es justo.

17No abrigues en ti envidia por los pecadores,

sino manténte siempre en el temor del Señor.

18Lo cierto es que hay un futuro,

y tu esperanza no se verá frustrada.

19Hijo mío, escúchame y adquiere sabiduría.

Deja que tu corazón enderece el rumbo.

20No te juntes con los que se hartan de vino

ni con los que se atiborran de carne,

21porque unos y otros se quedarán pobres,

y por indolentes acabarán cubiertos de harapos.

22Escucha al padre que te dio la vida,

y no menosprecies a tu anciana madre.

23La verdad y la sabiduría,

la enseñanza y la inteligencia,

son algo que debes comprar y nunca vender.

24El padre del justo siente gran alegría;

el que engendra un hijo sabio se regocija.

25¡Haz que tu padre y tu madre se alegren!

¡Haz que se regocije la madre que te dio a luz!

26Hijo mío, entrégame tu corazón,

y no apartes la mirada de mis caminos.

27Porque la ramera es un abismo profundo;

la mujer ajena es un pozo estrecho.

28Siempre está al acecho, como los ladrones,

y hace que el pecado aumente entre los hombres.

29¿Quién se queja? ¿Quién se duele?

¿Quién se ve envuelto en pleitos?

¿Quién sufre? ¿Quién es herido sin razón?

¿Quién anda con los ojos morados?

30¡El que se pasa el tiempo tomando vino!

¡El que anda en busca de bebidas mezcladas!

31No dejes que te atraiga lo rojo del vino;

¡que no te deslumbre su brillo en la copa!

Suavemente se desliza por la garganta,

32pero al final muerde como serpiente;

¡causa más dolor que una víbora!

33Hará que tus ojos vean cosas extrañas,

y que tu corazón diga cosas perversas.

34Creerás estar dormido en medio del mar,

o acostado en la punta del palo mayor,

35y dirás: «Estoy herido, pero no me duele;

estoy molido, pero no lo siento.

¿Cuándo voy a despertar, para ir por más?»

Proverbios 23:1-35RVRCAbrir en el lector de la Biblia
Pablo es enviado a Roma

1Cuando se decidió que debíamos ir por barco a Italia, Pablo y otros prisioneros fueron entregados a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.

2Nos embarcaron en una nave de Adramitio que tocaría los puertos de la provincia de Asia. Al zarpar, iba con nosotros Aristarco, un macedonio de Tesalónica.

3Un día después llegamos a Sidón. Julio trataba a Pablo con mucha deferencia, y le permitía visitar a sus amigos, para que lo atendieran.

4De allí desplegamos velas, y navegamos a sotavento de Chipre, porque teníamos el viento en contra.

5Después de cruzar el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, una ciudad de Licia.

6Allí el centurión dio con una nave alejandrina que zarpaba para Italia, y nos embarcó en ella.

7Nuestra navegación fue muy lenta durante varios días, y a duras penas llegamos frente a Gnido, porque el fuerte viento nos lo impedía. Navegamos entonces a sotavento de Creta, frente a Salmón.

8Logramos costear con dificultad, y llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea.

9Pasaron muchos días, incluso el día del Perdón, así que era muy arriesgado continuar con la navegación. Entonces Pablo les hizo una observación.

10Les dijo: «Amigos, si seguimos navegando, creo que sufriremos perjuicios y pérdidas, no solo del cargamento y de la nave sino también de nosotros.»

11Pero el centurión no le hizo caso, pues le creía más al piloto y al capitán de la nave que a Pablo.

12Como el puerto era incómodo para invernar, casi todos acordaron zarpar de allí. Creían poder arribar a Fenice, un puerto de Creta que mira al noroeste y al suroeste, e invernar allí.

La tempestad en el mar

13Como empezó a soplar una brisa del sur, les pareció que el viento era adecuado; entonces levaron anclas y se fueron siguiendo la costa de Creta.

14Pero al poco tiempo un viento huracanado, conocido como Euroclidón, dio contra la nave

15y la arrastró. Como no fue posible poner proa al viento, simplemente nos dejamos llevar por el viento.

16Luego de deslizarnos a sotavento de la isla llamada Cauda, con muchas dificultades pudimos recoger la lancha salvavidas,

17la cual fue subida a bordo y atada a la nave. Por temor a quedar varados en la arena, se arriaron las velas y la nave quedó a la deriva.

18Como éramos azotados por una furiosa tempestad, al siguiente día se comenzó a aligerar la nave de su carga,

19y al tercer día se arrojaron los aparejos de la nave.

20Durante muchos días no pudieron verse el sol ni las estrellas, y la fuerte tempestad nos seguía azotando, así que ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.

21Como hacía mucho que no comíamos, Pablo se puso de pie y dijo: «Amigos, ustedes debieron haberme hecho caso, y no haber zarpado de Creta. Así se habría evitado este perjuicio y esta pérdida.

22Pero yo les pido que no pierdan el ánimo, pues ninguno de ustedes perderá la vida. Solamente se perderá la nave.

23Lo sé porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios, a quien sirvo y pertenezco,

24y me ha dicho: “Pablo, no tengas miedo. Es necesario que comparezcas ante el emperador. Dios te ha concedido que todos los que navegan contigo salgan ilesos.”

25Así que, ¡anímense, amigos míos!, que Dios hará todo tal y como me lo ha dicho.

26Sin embargo, necesitamos llegar a alguna isla.»

27Catorce noches después de navegar a la deriva por el mar Adriático, a eso de la medianoche los marineros intuyeron que estaban cerca de tierra,

28así que echaron la sonda y esta marcaba una profundidad de treinta y seis metros; un poco más adelante volvieron a echarla, y ya marcaba veintisiete.

29Ante el temor de dar con algunos escollos, se echaron cuatro anclas por la popa, esperando con ansias que amaneciera.

30Algunos marineros trataron de huir de la nave y, aparentando que querían soltar las anclas de proa, echaron al mar la lancha salvavidas;

31pero Pablo les dijo al centurión y a los soldados: «Si estos no se quedan en la nave, ustedes no se podrán salvar.»

32Entonces los soldados cortaron las amarras de la lancha y dejaron que esta se perdiera.

33Comenzaba a amanecer cuando Pablo los animó a comer. Les dijo: «Ya van catorce días que ustedes están en ayunas y en compás de espera. ¡No han comido nada!

34Yo les ruego que coman algo para mantenerse sanos. Tengan la seguridad de que no van a perder ni un cabello de su cabeza.»

35Dicho esto, Pablo tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos; luego lo partió y comenzó a comer.

36Entonces todos se animaron y también comieron.

37Los que estábamos en la nave éramos un total de doscientas setenta y seis personas.

38Ya satisfechos, se arrojó el trigo al mar y se aligeró la nave.

El naufragio

39Al llegar el día, no reconocieron el lugar, pero vieron una ensenada que tenía playa, y acordaron hacer el intento de encallar allí.

40Soltaron las anclas y las dejaron en el mar; soltaron también las amarras del timón, izaron al viento la vela de proa, y se enfilaron hacia la playa.

41Como encontraron un lugar de dos corrientes, hicieron encallar la nave; allí la proa quedó inmóvil y enclavada en la arena, pero la violencia del mar hizo pedazos la popa.

42Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno tratara de fugarse nadando,

43pero el centurión quería salvar a Pablo, así que les impidió su intento y ordenó que los que supieran nadar fueran los primeros en echarse al mar para llegar a tierra,

44y que los demás usaran tablas, o algunos restos de la nave. Fue así como todos pudimos llegar a tierra y salvarnos.

El ejemplo de Abrahán

1Entonces, ¿qué fue lo que obtuvo nuestro antepasado Abrahán?

2Porque si Abrahán hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué jactarse, pero no delante de Dios.

3Pues ¿qué es lo que dice la Escritura? Que Abrahán le creyó a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.

4Ahora bien, para el que trabaja, su salario no es un regalo sino algo que tiene merecido;

5pero al que no trabaja, sino que cree en aquel que justifica al pecador, su fe se le toma en cuenta como justicia.

6David también se refiere a la felicidad del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,

7cuando dice:

«¡Dichoso aquel cuyas iniquidades son perdonadas,

y cuyos pecados son cubiertos!

8¡Dichoso aquel a quien el Señor no culpa de pecado!»

9¿Acaso esta dicha es solamente para los que están circuncidados, o es también para los que no lo están? Porque decimos que la fe de Abrahán se le tomó en cuenta como justicia.

10¿Cuándo se le tomó en cuenta? ¿Antes de ser circuncidado, o después? Antes, y no después.

11Entonces Abrahán fue circuncidado como señal, como sello de la justicia por la fe que tuvo antes de ser circuncidado. De esa manera, Abrahán es padre de todos los creyentes que no están circuncidados, a fin de que también a ellos la fe se les tome en cuenta como justicia.

12Y también es padre de aquellos que, además de estar circuncidados, siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abrahán antes de ser circuncidado.

La promesa realizada mediante la fe

13Porque la promesa dada a Abrahán y a su descendencia en cuanto a que recibiría el mundo como herencia, no le fue dada por la ley sino por la justicia que se basa en la fe.

14Pues si los que van a recibir la herencia se basan en la ley, la fe resulta vana y la promesa queda anulada.

15Porque la ley produce castigo, pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.

16Por tanto, la promesa se recibe por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia, tanto para los que son de la ley como para los que son de la fe de Abrahán, el cual es padre de todos nosotros.

17Como está escrito: «Te he puesto por padre de muchas naciones.» Y lo es delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no existen, como si existieran.

18Contra toda esperanza, Abrahán creyó para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.»

19Además, su fe no flaqueó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (pues ya tenía casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.

20Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe y dio gloria a Dios,

21plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.

22Por eso su fe se le tomó en cuenta como justicia.

23Y no solamente con respecto a él se escribió que se le tomó en cuenta,

24sino también con respecto a nosotros, pues Dios tomará en cuenta nuestra fe, si creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, nuestro Señor,

25el cual fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación.

Romanos 4:1-1:25RVRCAbrir en el lector de la Biblia

1A todo esto dirigí mi atención, para concluir lo siguiente: Que la gente sabia y honrada está en las manos de Dios, lo mismo que sus obras, pero que nosotros los mortales nada sabemos del amor ni del odio, aun cuando los tengamos delante de nosotros.

2A todos nos espera lo mismo. El mismo final tendrán los justos y los injustos, los buenos y los malos, los puros y los impuros, los que ofrecen sacrificios y los que no los ofrecen, los que hacen lo bueno y los que hacen lo malo, los que hacen juramentos y los que no los hacen.

3Hay un mal en todo lo que se hace bajo el sol, y es que a todos los mortales nos espera lo mismo, y que durante toda nuestra vida tenemos el corazón lleno de maldad e insensatez, y que al final acabamos entre los muertos.

4Sin embargo, aún hay esperanza para todos los que viven, pues un perro vivo es mejor que un león muerto.

5Ciertamente, los que viven saben que un día morirán; pero los muertos nada saben ni nada esperan, porque su memoria queda en el olvido.

6También mueren con ellos sus amores, sus odios y sus envidias, y jamás vuelven a participar en nada de lo que se hace bajo el sol.

7¡Vamos, disfruta de tu pan con alegría, y bebe tu vino con un corazón feliz, porque tus obras son del agrado de Dios!

8¡Que sean siempre blancos tus vestidos! ¡Que nunca te falte perfume en la cabeza!

9¡Goza de la vida con tu amada, todos los días de la vana vida que se te ha concedido bajo el sol! ¡Esa es tu parte en esta vida! ¡Eso es lo que te ha tocado de todos tus afanes bajo el sol!

10Todo lo que te venga a la mano hacer, hazlo según tus fuerzas. En el sepulcro, que es adonde vas, no hay obras ni proyectos, ni conocimiento ni sabiduría.

11Volví la mirada, y vi bajo el sol que no son los más veloces los que ganan la carrera, ni son los más fuertes los que ganan la guerra; también vi que los sabios no tienen qué comer, que quien es inteligente no es necesariamente rico, y que quien tiene conocimientos no siempre es favorecido. Todos ellos tienen su momento y su ocasión.

12A decir verdad, nosotros los mortales no sabemos cuándo nos llegará la hora. Somos como los peces cuando caen en la red artera, o como las aves cuando caen en la trampa: cuando un mal momento nos sobreviene, quedamos atrapados.

13También he visto bajo el sol algo que encierra una gran sabiduría:

14Un rey muy poderoso lanzó su ataque contra una ciudad muy pequeña, defendida por muy pocos hombres. Le puso sitio y levantó contra ella grandes baluartes.

15Allí dentro se encontraba un hombre pobre, pero sabio, que con su sabiduría podría haber salvado a la ciudad, ¡pero nadie se acordó de ese hombre pobre!

16Entonces me dije: «La sabiduría puede más que la fuerza, aun cuando la sabiduría del pobre sea menospreciada y no se preste atención a sus consejos.»

17Es mejor escuchar las suaves palabras del sabio

que los gritos del rey de los necios.

18La sabiduría es mejor que las armas de guerra,

aunque un solo error destruye muchas cosas buenas.

Eclesiastés 9:1-18RVRCAbrir en el lector de la Biblia

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