Sociedad Bíblica Peruana

ESPERANZA DE SALVACION

Bible text(s)

18Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros.

19Porque la creación aguarda con gran impaciencia la manifestación de los hijos de Dios.

20Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino porque así lo dispuso Dios, pero todavía tiene esperanza,

21pues también la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción, para así alcanzar la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

22Porque sabemos que toda la creación hasta ahora gime a una, y sufre como si tuviera dolores de parto.

23Y no solo ella, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos mientras esperamos la adopción, la redención de nuestro cuerpo.

24Porque con esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza, porque ¿quién espera lo que ya está viendo?

25Pero si lo que esperamos es algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia.

26De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues no sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

27Pero el que examina los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.

Saludo

1Yo, Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, según la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que corresponde a la piedad,

2en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos,

3y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador,

4a Tito, verdadero hijo en nuestra fe común: Recibe gracia, misericordia y paz, de Dios el Padre y del Señor Jesucristo, nuestro Salvador.

Requisitos de ancianos y obispos

5Por esto te dejé en Creta, para que corrigieras lo deficiente y establecieras ancianos en cada ciudad, tal y como yo te mandé:

6ancianos irreprensibles, maridos de una sola mujer y con hijos creyentes, que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.

7Porque es necesario que el obispo, como administrador de Dios, sea irreprensible, no soberbio ni iracundo, ni afecto al vino, ni pendenciero, ni codicioso de ganancias deshonestas,

8sino hospitalario, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo,

9apegado a la palabra fiel, tal y como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen.

10Porque aún hay muchos rebeldes, que hablan de vanidades y de engaños, especialmente los de la circuncisión,

11a los cuales es preciso tapar la boca. Estos trastornan casas enteras, y a cambio de ganancias deshonestas enseñan lo que no conviene.

12Uno de ellos, que es su propio profeta, dijo: «Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias y glotones ociosos.»

13Este es un testimonio verdadero; así que repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe

14y no atiendan a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.

15Para los puros, todas las cosas son puras; pero para los corruptos e incrédulos nada es puro, pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas;

16dicen conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, pues son odiosos y rebeldes, reprobables en cuanto a toda buena obra.

La misericordia de Dios es constante

1Yo soy aquel que ha visto la aflicción

bajo el látigo de su enojo.

2Me ha llevado por un sendero

no de luz sino de tinieblas.

3A todas horas vuelve y revuelve

su mano contra mí.

4Ha hecho envejecer mi carne y mi piel;

me ha despedazado los huesos.

5Ha levantado en torno mío

un muro de amargura y de trabajo.

6Me ha dejado en las tinieblas,

como a los que murieron hace tiempo.

7Por todos lados me asedia y no puedo escapar;

¡muy pesadas son mis cadenas!

8Grito pidiéndole ayuda,

pero él no atiende mi oración.

9Ha cercado con piedras mis caminos;

me ha cerrado el paso.

10Como un oso en acecho,

como león agazapado,

11me desgarró por completo

y me obligó a cambiar de rumbo.

12Tensó su arco y me puso

como blanco de sus flechas.

13Me clavó en las entrañas

las saetas de su aljaba.

14Todo el tiempo soy para mi pueblo

motivo de burla.

15¡Me ha llenado de amargura!

¡Me ha embriagado de ajenjo!

16Me ha roto los dientes,

me ha cubierto de ceniza.

17Ya no sé lo que es tener paz

ni lo que es disfrutar del bien,

18y concluyo: «Fuerzas ya no tengo,

ni esperanza en el Señor.»

19Tan amargo como la hiel es pensar

en mi aflicción y mi tristeza,

20y lo traigo a la memoria

porque mi alma está del todo abatida;

21pero en mi corazón recapacito,

y eso me devuelve la esperanza.

22Por la misericordia del Señor

no hemos sido consumidos;

¡nunca su misericordia se ha agotado!

23¡Grande es su fidelidad,

y cada mañana se renueva!

24Por eso digo con toda el alma:

«¡El Señor es mi herencia, y en él confío!»

25Es bueno el Señor con quienes le buscan,

con quienes en él esperan.

26Es bueno esperar en silencio

que el Señor venga a salvarnos.

27Es bueno que llevemos el yugo

desde nuestra juventud.

28Dios nos lo ha impuesto.

Así que callemos y confiemos.

29Hundamos la cara en el polvo.

Tal vez aún haya esperanza.

30Demos la otra mejilla a quien nos hiera.

¡Cubrámonos de afrentas!

31El Señor no nos abandonará para siempre;

32nos aflige, pero en su gran bondad

también nos compadece.

33No es la voluntad del Señor

afligirnos ni entristecernos.

34Hay quienes oprimen a todos

los encarcelados de la tierra,

35y tuercen los derechos humanos

en presencia del Altísimo,

36y aun trastornan las causas que defienden.

Pero el Señor no lo aprueba.

37¿Quién puede decir que algo sucede

sin que el Señor lo ordene?

38¿Acaso lo malo y lo bueno no proviene

de la boca del Altísimo?

39¿Cómo podemos quejarnos,

si sufrimos por nuestros pecados?

40Examinemos nuestra conducta;

busquemos al Señor y volvámonos a él.

41Elevemos al Dios de los cielos

nuestras manos y nuestros corazones.

42Hemos sido rebeldes y desleales,

y tú no nos perdonaste.

43Lleno de ira, no nos perdonaste;

¡nos perseguiste y nos mataste!

44Te envolviste en una nube

para no escuchar nuestros ruegos.

45Entre los paganos hiciste de nosotros

motivo de vergüenza y de rechazo.

46Todos nuestros enemigos nos tuercen la boca;

47son para nosotros una trampa,

¡son motivo de temor, destrucción y quebranto!

48¡Los ojos se me llenan de llanto

al ver el desastre de mi ciudad amada!

49Mis ojos no dejan de llorar,

pues ya no hay remedio,

50a menos que desde los cielos

el Señor se digne mirarnos.

51Me llena de tristeza ver el sufrimiento

de las mujeres de mi ciudad.

52Mis enemigos me acosaron sin motivo,

como si persiguieran a un ave;

53me ataron y me arrojaron en un pozo,

y sobre mí pusieron una piedra;

54las aguas me llegaron hasta el cuello,

y llegué a darme por muerto.

55Desde el fondo de la cárcel

invoqué, Señor, tu nombre,

56y tú oíste mi voz; no cerraste tus oídos

al clamor de mis suspiros;

57el día que te invoqué, viniste a mí

y me dijiste: «No tengas miedo.»

58Tú, Señor, me defendiste;

me salvaste la vida.

59Tú, Señor, viste mi agravio

y viniste en mi defensa;

60te diste cuenta de que ellos

solo pensaban en vengarse de mí.

61Tú, Señor, sabes cómo me ofenden,

cómo hacen planes contra mí;

62sabes que mis enemigos

a todas horas piensan hacerme daño;

63¡en todo lo que hacen

soy el tema de sus burlas!

64¡Dales, Señor, el pago que merecen sus acciones!

65¡Déjalos en manos de su obstinación!

¡Que tu maldición caiga sobre ellos!

66En tu furor, Señor, ¡persíguelos!

¡Haz que desaparezcan de este mundo!

Lamentaciones 3:1-66RVRCAbrir en el lector de la Biblia
Saludo

1Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, saludo a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso.

2Que la gracia y la paz de nuestro Dios y Padre, y del Señor Jesucristo, sean con todos ustedes.

Bendiciones espirituales en Cristo

3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales.

4En él, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo, para que en su presencia seamos santos e intachables. Por amor

5nos predestinó para que por medio de Jesucristo fuéramos adoptados como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad,

6para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.

7En él tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia,

8la cual desbordó sobre nosotros en toda sabiduría y entendimiento,

9y nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,

10para que cuando llegara el tiempo señalado reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

11En él asimismo participamos de la herencia, pues fuimos predestinados conforme a los planes del que todo lo hace según el designio de su voluntad,

12a fin de que nosotros, los primeros en esperar en Cristo, alabemos su gloria.

13También ustedes, luego de haber oído la palabra de verdad, que es el evangelio que los lleva a la salvación, y luego de haber creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

14que es la garantía de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

El espíritu de sabiduría y de revelación

15Por esta causa también yo, desde que supe de la fe de ustedes en el Señor Jesús y del amor que ustedes tienen para con todos los santos,

16no ceso de dar gracias por ustedes al recordarlos en mis oraciones,

17para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él.

18Pido también que Dios les dé la luz necesaria para que sepan cuál es la esperanza a la cual los ha llamado, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,

19y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros, los que creemos, según la acción de su fuerza poderosa,

20la cual operó en Cristo, y lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en los lugares celestiales,

21muy por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no solo en este tiempo, sino también en el venidero.

22Dios sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo,

23pues la iglesia es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena a plenitud.

Discurso de Samuel al pueblo

1Samuel reunió a todos los israelitas, y les dijo:

«He oído atentamente todo lo que me han dicho, y les he puesto un rey.

2Aquí lo tienen, ante sus ojos. Yo ya estoy viejo y lleno de canas, y he convivido entre ustedes desde mi juventud. Pero mis hijos viven entre ustedes.

3Aquí me tienen. Acúsenme de algo ante el Señor y ante su rey; díganme si acaso he robado el buey o el asno de alguien, o si he hablado mal de alguien, si lo he ofendido, o si alguien me ha sobornado para cometer injusticia a su favor. Hablen, y yo haré la restitución.»

4Todos dijeron:

«Nunca nos has calumniado ni ofendido; tampoco has robado nada de nadie.»

5Y Samuel respondió:

«El Señor y su ungido son testigos de que han declarado no haber hallado en mí ninguna falta.»

Y ellos respondieron:

«Somos testigos de eso.»

6Entonces Samuel dijo al pueblo:

«Testigo es también el Señor, quien eligió a Moisés y a Aarón, y que sacó de Egipto a los antepasados de ustedes.

7Ahora, les pido que me escuchen con atención, porque les voy a relatar lo que el Señor ha hecho para librarlos a ustedes y a sus padres de todos los peligros.

8Después de que Jacob entró en Egipto, los antepasados de ustedes eran oprimidos y clamaron al Señor, y él les envió a Moisés y a Aarón, y ellos los sacaron de Egipto y los hicieron habitar en este lugar.

9Pero ellos se olvidaron del Señor su Dios, y él los dejó caer en manos de Sísara, jefe del ejército de Jazor, y en manos de los filisteos y del rey de Moab. Todos ellos pelearon contra los israelitas.

10Pero ellos se arrepintieron y clamaron al Señor. Le dijeron: “Señor, hemos pecado. Perdónanos, pues te hemos dejado por servir a los baales y a Astarot. Ahora, líbranos del poder de nuestros enemigos, y te serviremos.”

11Entonces el Señor envió a Yerubaal, a Barac, a Jefté y a mí, Samuel, y los libró del poder de todos los enemigos que los rodeaban, para que vivieran tranquilos.

12Pero cuando ustedes vieron que Najás, el rey de los amonitas, venía a pelear contra ustedes, me dijeron: “Queremos que nos gobierne un rey”, cuando en realidad el rey de ustedes es Dios el Señor.

13Pero aquí está el rey que han elegido; el rey que ustedes pidieron. El Señor les ha puesto un rey.

14Si ustedes aman y obedecen al Señor, y le sirven; si no son rebeldes a su palabra, y si tanto ustedes como su rey sirven al Señor su Dios, harán bien.

15Pero si no lo obedecen, sino que son rebeldes a las palabras del Señor, él se pondrá en contra de ustedes, como se volvió en contra de sus padres.

16Esperen un poco y podrán ver las grandes cosas que el Señor hará entre ustedes.

17Estamos en el tiempo de la cosecha, cuando no llueve. Pero yo clamaré al Señor, y él enviará truenos y lluvias, para que vean y comprueben la gran maldad que han cometido a los ojos del Señor, al pedir un rey.»

18Y ese mismo día Samuel clamó al Señor, y el Señor envió truenos y lluvias, y todo el pueblo sintió temor ante el Señor y ante Samuel.

19Entonces todo el pueblo le dijo a Samuel:

«Ruega al Señor tu Dios por nosotros, tus siervos, para que no muramos. Reconocemos que a todos los pecados que hemos cometido, hemos añadido este otro de pedir que un rey nos gobierne».

20Y Samuel respondió al pueblo:

«No tengan miedo. Es verdad que ya cometieron esta maldad. Pero a pesar de eso, no se aparten del Señor, sino síganlo y sírvanle de todo corazón.

21No vayan tras los dioses falsos, porque no les servirán de nada ni podrán salvarlos, porque no son nada.

22El Señor no desamparará a su pueblo, porque grande es su nombre, y él los escogió para que fueran su pueblo.

23Lejos estará de mí pecar contra el Señor dejando de rogar por ustedes; al contrario, me comprometo a instruirlos en el camino bueno y recto,

24con tal de que ustedes teman al Señor y en verdad le sirvan de todo corazón. Recuerden todo lo que él ha hecho en favor de ustedes.

25Pero si insisten en hacer lo malo, tanto ustedes como su rey perecerán.»

1 Samuel 12:1-25RVRCAbrir en el lector de la Biblia

1Cuando se terminó toda la obra que Salomón realizó para el templo del Señor, Salomón puso allí todo lo que David, su padre, había dedicado. La plata, el oro, y todos los utensilios, los puso en los tesoros del templo de Dios.

Salomón traslada el arca al templo

2Entonces Salomón reunió en Jerusalén a los ancianos de Israel y a todos los príncipes de las tribus y a los jefes de las familias israelitas, para que trasladaran el arca del pacto del Señor desde la ciudad de David, que es Sión.

3Con el rey se reunieron todos los varones de Israel, para celebrar la fiesta solemne del mes séptimo.

4Todos los ancianos de Israel hicieron acto de presencia, y los levitas tomaron el arca

5y la llevaron, junto con el tabernáculo de reunión y todos los utensilios del santuario que estaban en el tabernáculo. Los sacerdotes y los levitas los llevaron.

6Luego el rey Salomón y toda la congregación israelita allí reunida delante del arca, sacrificaron ovejas y bueyes. ¡Eran tantos que no se pudieron contar!

7Los sacerdotes llevaron el arca del pacto del Señor a su lugar, en el santuario del templo, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines.

8Los querubines extendían las alas sobre el lugar del arca, y de esa manera cubrían por encima tanto el arca como sus barras.

9Estas sobresalían del arca, de modo que sus cabezas podían verse delante del lugar santísimo, aunque no se veían desde fuera. Hasta el día de hoy, allí están.

10En el arca solo estaban las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb, con las cuales el Señor hizo un pacto con los hijos de Israel cuando salieron de Egipto.

11Los sacerdotes salieron del santuario. Todos los sacerdotes que allí se encontraban habían sido santificados, y no mantenían sus turnos.

12Todos los levitas cantores, los de Asaf, los de Hemán y los de Jedutún, junto con sus hijos y sus parientes, estaban al oriente del altar, vestidos de lino fino y con címbalos y salterios y arpas. Con ellos estaban ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas.

13Cuando las trompetas sonaban, todos cantaban al unísono y alababan y daban gracias al Señor. A medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos musicales, alababan al Señor y decían:

«Ciertamente, él es bueno, y su misericordia es eterna.»

Entonces el templo, la casa del Señor, se llenó con una nube,

14y por causa de la nube los sacerdotes no podían estar allí para ministrar, porque la gloria del Señor había llenado el templo de Dios.

2 Crónicas 5:1-21RVRCAbrir en el lector de la Biblia

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