Sociedad Bíblica Peruana

ESPERANZA EN DIOS

Bible text(s)

Todo tiene su tiempo

1Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad:

2El momento en que se nace,

y el momento en que se muere;

el momento en que se planta,

y el momento en que se cosecha;

3el momento en que se hiere,

y el momento en que se sana;

el momento en que se construye,

y el momento en que se destruye;

4el momento en que se llora,

y el momento en que se ríe;

el momento en que se sufre,

y el momento en que se goza;

5el momento en que se esparcen piedras,

y el momento en que se amontonan;

el momento de la bienvenida,

y el momento de la despedida;

6el momento de buscar,

y el momento de perder;

el momento de guardar,

y el momento de desechar;

7el momento de romper,

y el momento de coser;

el momento de callar,

y el momento de hablar;

8el momento de amar,

y el momento de odiar;

el momento de hacer la guerra,

y el momento de hacer la paz.

9¿Qué provecho obtiene el que trabaja, de todos sus afanes?

10Me he dado cuenta de la pesada carga que Dios ha impuesto a los mortales para humillarlos con ella.

11En su momento, Dios todo lo hizo hermoso, y puso en el corazón de los mortales la noción de la eternidad, aunque estos no llegan a comprender en su totalidad lo hecho por Dios.

12Yo sé bien que para los mortales no hay nada mejor que gozar de la vida y de todo lo bueno que esta ofrece,

13y sé también que es un don de Dios el que todo hombre coma y beba y disfrute de lo bueno de todos sus afanes.

Eclesiastés 3:1-13RVRCAbrir en el lector de la Biblia
Cántico de acción de gracias

1Cuando llegue ese día, dirás:

«A ti, Señor, cantaré; aunque te enojaste contra mí, tu indignación cesó y me has dado consuelo.

2¡Vean a Dios, mi salvador! Puedo estar confiado y sin temor alguno, porque el Señor es mi fortaleza y mi canción; ¡él es mi salvador!»

3Y con gran gozo sacarán ustedes agua de las fuentes de la salvación.

4Cuando llegue ese día, dirán ustedes:

«¡Alaben al Señor! ¡Aclamen su nombre!

¡Alaben sus acciones entre los pueblos!

¡Recuerden que su nombre es incomparable!

5¡Canten salmos al Señor,

porque sus obras son magníficas!

¡Que toda la tierra lo sepa!

6Tú, que habitas en Sión,

¡canta y regocíjate, que en medio de ti

grande es el Santo de Israel!»

13»Si de todo corazón elevas tus manos,

y te dispones a rogarle a Dios;

14y si te arrepientes de toda maldad,

y alejas de tu casa la iniquidad,

15podrás levantar la cara limpia de pecado,

y podrás sentirte libre y sin ningún temor;

16te olvidarás de tus tristezas,

o pensarás en ellas como el agua que pasa.

17Tu vida será más clara que la luz del mediodía,

y aun la oscuridad será como el amanecer.

18Volverás a confiar porque tendrás esperanza;

y rodeado de paz podrás dormir tranquilo.

19Nada podrá perturbar tu sueño;

y muchos te buscarán para pedir tu favor.

20Pero los malvados irán perdiendo la vista,

y no hallarán un lugar de refugio;

solo desearán exhalar el último suspiro.»

La fe

1Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve.

2Gracias a ella, nuestros antepasados fueron reconocidos y aprobados.

3Por la fe entendemos que Dios creó el universo por medio de su palabra, de modo que lo que ahora vemos fue hecho de lo que no se veía.

4Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, y por eso fue reconocido como un hombre justo, y Dios aceptó con agrado sus ofrendas. Y aunque Abel está muerto, todavía habla por medio de su fe.

5Por la fe, Enoc traspuso sin morir el umbral de la muerte, y nunca más se supo de él, porque Dios le hizo cruzar ese umbral; pero antes de cruzarlo, todos reconocieron que él era del agrado de Dios.

6Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe, y que sabe recompensar a quienes lo buscan.

7Por la fe, con mucho temor Noé construyó el arca para salvar a su familia, cuando Dios le advirtió acerca de cosas que aún no se veían. Fue su fe la que condenó al mundo, y por ella fue hecho heredero de la justicia que viene por medio de la fe.

8Por la fe, Abrahán obedeció cuando fue llamado, y salió sin saber a dónde iba, y se dirigió al lugar que iba a recibir como herencia.

9Por la fe, habitó en la tierra prometida como un extraño en tierra extraña, y vivió en tiendas con Isaac y Jacob, quienes eran coherederos de la misma promesa;

10porque esperaba llegar a la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

11Por la fe, Sara misma recibió fuerzas para concebir, aunque era estéril, y dio a luz, aun cuando por su edad se le había pasado el tiempo, porque creyó que era fiel quien le había hecho la promesa.

12Por eso también, de un solo hombre, que ya estaba casi muerto, llegó a tener una multitud de descendientes, tan numerosos como las estrellas del cielo y tan incontables como la arena que está a la orilla del mar.

13Por la fe, todos ellos murieron sin haber recibido lo que se les había prometido, y solo llegaron a ver esto a lo lejos; pero lo creyeron y lo saludaron, pues reconocieron que eran extranjeros y peregrinos en esta tierra.

14Porque los que dicen esto, claramente dan a entender que buscan una patria;

15pues si hubieran estado pensando en la patria de donde salieron, tiempo tenían para volver.

16Pero ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse su Dios; al contrario, les ha preparado una ciudad.

La bondad de Dios en la naturaleza

Al músico principal. Salmo. Cántico de David.

1A ti, Dios mío, debemos alabarte en Sión;

a ti debemos cumplir nuestros votos,

2pues tú escuchas nuestras oraciones.

A ti acude todo el género humano.

3Nuestras malas acciones nos dominan,

pero tú perdonas nuestras rebeliones.

4¡Cuán dichoso es aquel a quien tú escoges

y lo llevas a vivir en tus atrios!

Nosotros quedamos plenamente satisfechos

con las bondades de tu casa,

con las bendiciones de tu santo templo.

5Tú, Dios de nuestra salvación,

nos respondes con grandes actos de justicia.

En ti esperan los confines de la tierra

y los mares más remotos.

6Tú te revistes de valor

y con tu poder afirmas los montes.

7Tú sosiegas el estruendo de los mares,

acallas el estrépito de sus olas,

y silencias el alboroto de los pueblos.

8Tiemblan de miedo, ante tus maravillas,

los que habitan en los extremos de la tierra.

Tú haces que el sol grite de alegría

al salir por la mañana, y al caer la tarde.

9Tú, con la lluvia, cuidas de la tierra,

y en gran manera la fecundas y enriqueces.

Llenas de agua tus corrientes caudalosas

y preparas el grano, cuando así lo dispones.

10Haces que los surcos se empapen

y que se nivelen los terrones;

con tus lluvias los reblandeces,

y bendices sus renuevos.

11Con tu bondad engalanas el año;

a tu paso vas esparciendo abundancia.

12Los pastizales del desierto se ven rebosantes,

y las colinas se revisten de alegría;

13los llanos se saturan de rebaños,

y los valles se tapizan con trigales.

¡Todo canta y lanza gritos de júbilo!

Daniel en el foso de los leones

1Darío tomó la decisión de constituir sobre su reino ciento veinte sátrapas que se encargaran del gobierno.

2Sobre ellos puso a tres gobernadores, a quienes los sátrapas debían rendir cuentas, para que los intereses del rey no se vieran afectados. Uno de los tres gobernadores era Daniel,

3aunque Daniel estaba por encima de los sátrapas y los gobernadores porque en él radicaba un espíritu superior. Incluso, el rey pensaba ponerlo a cargo de todo el reino.

4Por eso los gobernadores y los sátrapas buscaban la ocasión de acusar a Daniel en lo que tuviera relación con el reino, pero no podían hallarla, ni tampoco acusarlo de ninguna falta, porque él era confiable y no tenía ningún vicio ni cometía ninguna falta.

5Finalmente, dijeron: «Nunca vamos a hallar la ocasión de acusar a este Daniel, a menos que la busquemos en algo que tenga que ver con la ley de su Dios.»

6Dicho esto, los gobernadores y los sátrapas se presentaron juntos ante el rey, y le dijeron:

«¡Que viva para siempre Su Majestad, el rey Darío!

7Todos los gobernadores, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes del reino han acordado por unanimidad pedir a Su Majestad que promulgue un edicto real, y que lo confirme, ordenando que cualquiera que en los treinta días siguientes demande el favor de cualquier dios o persona que no sea Su Majestad, sea arrojado al foso de los leones.

8Tenga a bien Su Majestad confirmar este edicto, y firmarlo, para que conforme a la ley de Media y de Persia, no pueda ser revocado.»

9El rey firmó el edicto y la prohibición.

10Y cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, abrió las ventanas de su alcoba que daban hacia Jerusalén, y tres veces al día se arrodillaba y oraba a su Dios, dándole gracias como acostumbraba hacerlo.

11Pero aquellos hombres se juntaron y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios,

12así que fueron ante el rey y, haciendo referencia al edicto real, dijeron:

«¿No es verdad que Su Majestad ha confirmado un edicto, el cual ordena que cualquiera que en los treinta días siguientes pida el favor de cualquier dios o persona sea echado en el foso de los leones? ¡A menos, claro, que pida el favor de Su Majestad!»

El rey respondió:

«En efecto. Y conforme a la ley de Media y de Persia, ese edicto no puede ser revocado.»

13Al instante, ellos respondieron al rey:

«¡Pues Daniel, que es uno de los cautivos de Judá, no respeta a Su Majestad ni acata el edicto que Su Majestad ha confirmado! ¡Al contrario, tres veces al día pide el favor de su Dios!»

14Cuando el rey oyó esto, se puso muy apesadumbrado y resolvió librar a Daniel. Hasta la puesta del sol hizo todo lo posible por ponerlo a salvo,

15pero aquellos hombres lo rodearon y le dijeron:

«Su Majestad seguramente sabe que, según la ley de Media y de Persia, ningún edicto o decreto confirmado por el rey puede ser abrogado.»

16El rey dio entonces la orden de que llevaran a Daniel al foso de los leones, y lo arrojaran allí. Sin embargo, le dijo a Daniel:

«El Dios a quien tú sirves sin cesar habrá de librarte.»

17Enseguida trajeron una piedra y la pusieron sobre la entrada del foso, y el rey la selló con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que la orden acerca de Daniel no fuera alterada.

18Después de eso, el rey se fue a su palacio y se acostó sin comer nada. Tampoco permitió que tocaran para él instrumentos de música, y hasta el sueño se le fue.

19Muy de mañana, el rey se levantó y lo primero que hizo fue dirigirse al foso de los leones.

20Cuando estuvo cerca del foso, con voz triste pero fuerte llamó a Daniel y le dijo:

«Daniel, siervo del Dios viviente, a quien tú sirves sin cesar, dime: ¿pudo tu Dios librarte de los leones?»

21Daniel le respondió:

«¡Que viva Su Majestad para siempre!

22Mi Dios envió a su ángel para que cerrara las fauces de los leones y no me hicieran daño. Y es que delante de Dios soy inocente, y aun delante de Su Majestad, pues no he cometido ningún mal.»

23Al escucharlo, el rey se alegró mucho, y mandó que sacaran del foso a Daniel. Y cuando lo sacaron, salió ileso porque había confiado en su Dios.

24Entonces el rey mandó traer a los que habían acusado a Daniel, y que los arrojaran al foso de los leones junto con sus hijos y sus mujeres. Y aún no habían llegado al fondo del foso cuando los leones ya se habían lanzado sobre ellos y les habían despedazado todos los huesos.

25Después, el rey Darío escribió lo siguiente para todos los pueblos, naciones y lenguas que habitaban en el país:

«Que la paz les sea multiplicada.

26Con este decreto ordeno que, en toda la extensión de mi reino, todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel. Porque él es el Dios viviente; él permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido. ¡Su dominio perdurará hasta el fin!

27Él salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra. ¡Él es quien ha salvado a Daniel de las fauces de los leones!»

28Y Daniel fue prosperado durante los reinados de Darío y de Ciro el persa.

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