Sociedad Bíblica Peruana

ESPERANZA EN LA OBRA DEL ESPIRITU

Bible text(s)

Ministerio de Pablo a los no judíos

1Por eso yo, Pablo, estoy preso por causa de Cristo Jesús para bien de ustedes, los no judíos.

2Sin duda ustedes se habrán enterado del plan que Dios, en su bondad, me asignó para el bien de ustedes;

3me refiero al misterio que me declaró por revelación, como ya les había escrito brevemente.

4Al leerlo, podrán darse cuenta de que conozco el misterio de Cristo,

5misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a la humanidad tal y como ahora se ha revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu.

6Ahora sabemos que, por medio del evangelio, los no judíos son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús.

7Por el don de la gracia de Dios, que me ha sido dado conforme a su gran poder, yo fui designado ministro de este evangelio.

8Yo, que soy menor que el más pequeño de todos los santos, he recibido el privilegio de anunciar entre los no judíos el evangelio de las insondables riquezas de Cristo,

9y de hacer entender a todos cuál es el plan del misterio que Dios, el creador de todas las cosas, mantuvo en secreto desde tiempos remotos

10para dar a conocer ahora, por medio de la iglesia, su multiforme sabiduría a los principados y poderes en los lugares celestiales,

11conforme al propósito eterno que llevó a cabo por medio de Cristo Jesús nuestro Señor,

12en quien tenemos seguridad y confiado acceso por medio de la fe en él.

13Por lo tanto, les pido que no se desanimen a causa de mis sufrimientos por ustedes. Al contrario, considérenlos un motivo de orgullo.

El sublime amor de Cristo

14Por eso yo me arrodillo delante del Padre de nuestro Señor Jesucristo,

15de quien recibe su nombre toda familia en los cielos y en la tierra,

16para que por su Espíritu, y conforme a las riquezas de su gloria, los fortalezca interiormente con poder;

17para que por la fe Cristo habite en sus corazones, y para que, arraigados y cimentados en amor,

18sean ustedes plenamente capaces de comprender, con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo;

19en fin, que conozcan ese amor, que excede a todo conocimiento, para que sean llenos de toda la plenitud de Dios.

20Y a Aquel que es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,

21a él sea dada la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor envía codornices

1Y sucedió que el pueblo se quejó a oídos del Señor, y el Señor oyó sus quejas y ardió en ira, y un fuego del Señor se encendió en medio de ellos y consumió uno de los extremos del campamento.

2Entonces el pueblo pidió ayuda a Moisés, y Moisés oró al Señor y el fuego se apagó.

3Y Moisés llamó a ese lugar Tabera, porque allí el fuego del Señor se encendió contra ellos.

4Pero la gente extranjera que se mezcló con ellos sintió un apetito incontenible, y los hijos de Israel volvieron a llorar y dijeron: «¡Cómo nos gustaría que alguien nos diera a comer carne!

5¡Cómo extrañamos el pescado que comíamos en Egipto! ¡Y los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos que nos regalaban!

6¡Ahora andamos con la garganta reseca, pues no vemos nada más que este maná!»

7El maná se parecía a la semilla de culantro; tenía un color como de bedelio,

8y su sabor era como el del aceite nuevo. El pueblo se esparcía para recogerlo, y lo desmenuzaba entre dos piedras o lo machacaba en morteros, y lo cocía en un caldero o hacía tortas con él.

9Durante la noche, al caer el rocío, el maná caía también sobre el campamento.

10Moisés oyó que el pueblo lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda, y la ira del Señor se encendió en gran manera, y también a Moisés le pareció mal.

11Entonces Moisés le reclamó al Señor:

«¿Por qué le has hecho este mal a tu siervo? ¿Por qué no soy digno de tu bondad? ¿Por qué has puesto sobre mí la carga de todo este pueblo?

12¿Acaso yo lo concebí? ¿O acaso yo lo engendré, para que me pidas llevarlo en mi seno, como si fuera yo su madre y los estuviera amamantando, hasta la tierra que prometiste dar a sus padres?

13¿De dónde voy yo a sacar carne para alimentar a todo este pueblo? Ellos lloran, y vienen a decirme: “¡Danos a comer carne!”

14¡Yo solo no puedo soportar a todo este pueblo! ¡Me es una carga demasiado pesada!

15Si así me vas a tratar, voy a agradecerte que me mates. Y si acaso merezco tu favor, ¡no me dejes ver mi propia desgracia!»

16El Señor le dijo a Moisés:

«Junta a setenta ancianos de Israel, de los que tú sepas que son ancianos y jefes del pueblo, y llévalos hasta la entrada del tabernáculo de reunión. Diles que esperen allí contigo.

17Yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti y lo pondré en ellos, y ellos sobrellevarán contigo la carga del pueblo. Ya no la llevarás tú solo.

18Pero dile al pueblo que se santifique para mañana. Ustedes van a comer carne, pues han llorado ante mí y han dicho: “¡Cómo quisiéramos que alguien nos diera a comer carne! La verdad, ¡nos iba mejor en Egipto!” Así que yo, el Señor, voy a darles a comer carne.

19Y no la comerán un día ni dos; ni cinco, diez o veinte días,

20sino todo un mes, hasta que les salga por las narices, y se harten de comerla, por haberme menospreciado. Yo soy el Señor y estoy en medio de ustedes; pero ustedes han llorado ante mí y han dicho: “¿Para qué salimos de Egipto y vinimos acá?”»

21Pero Moisés dijo:

«Este pueblo, en medio del cual estoy, llega a los seiscientos mil de a pie. ¿Y tú dices que les darás a comer carne todo un mes?

22¿Acaso van a degollarse para ellos ovejas y bueyes suficientes? ¿O van a pescarse para ellos todos los peces del mar, para que les alcance?»

23Y el Señor le respondió a Moisés:

«¿Acaso mi mano se ha acortado? ¡Ahora vas a ver si mi palabra se cumple, o no!»

24Moisés salió de allí y repitió ante el pueblo las palabras del Señor; luego reunió a los setenta ancianos del pueblo, y los hizo esperar alrededor del tabernáculo.

25Entonces el Señor descendió en la nube, y habló con él. Tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta ancianos; y cuando el espíritu se posó en ellos, comenzaron a profetizar, y no dejaban de hacerlo.

26En el campamento se habían quedado Eldad y Medad, dos varones sobre los cuales también se posó el espíritu. Aunque estaban entre los escogidos, no se habían presentado en el tabernáculo; sin embargo, comenzaron a profetizar en el campamento.

27Entonces un joven fue corriendo a decirle a Moisés:

«¡Eldad y Medad están profetizando en el campamento!»

28Josué hijo de Nun, que era ayudante cercano de Moisés, le dijo:

«Moisés, mi señor, ¡no se lo permitas!»

29Pero Moisés le respondió:

«¿Acaso tienes celos por mí? ¡Cómo quisiera yo que todo el pueblo del Señor fuera profeta! ¡Cómo quisiera yo que el Señor pusiera su espíritu sobre ellos!»

30Y enseguida Moisés volvió al campamento, en compañía de los ancianos de Israel.

31Vino entonces del mar un viento de parte del Señor, que trajo codornices y las dejó caer sobre el campamento. Estas cubrían la superficie de la tierra hasta un día de camino, por un lado, y un día de camino por el otro, y se amontonaban a casi un metro de altura.

32El pueblo estuvo levantado todo ese día y toda esa noche, y todo el día siguiente, para recoger codornices. El que menos recogió, hizo diez montones, y tendieron las codornices alrededor del campamento.

33Pero todavía tenían la carne entre los dientes, todavía no la masticaban, cuando la ira del Señor se encendió entre el pueblo y los hirió con una plaga mortal.

34Por eso el nombre de aquel lugar se llamó Quibrot Hatavá, porque allí sepultaron al pueblo glotón.

35De Quibrot Hatavá, el pueblo se dirigió a Jaserot, y en Jaserot se quedó.

Números 11:1-35RVRCAbrir en el lector de la Biblia
Firmes en la libertad

1Manténganse, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud.

2Miren que yo, Pablo, les digo que si se circuncidan, de nada les aprovechará Cristo.

3Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley.

4Ustedes, los que por la ley se justifican, se han desligado de Cristo; han caído de la gracia.

5Pues nosotros por el Espíritu aguardamos, por fe, la esperanza de la justicia.

6Porque en Cristo Jesús nada valen la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.

7Ustedes corrían bien; ¿quién les impidió el no obedecer a la verdad?

8Esta persuasión no procede de aquel que los llama.

9Un poco de levadura fermenta toda la masa.

10Yo confío respecto de ustedes, en el Señor, que no pensarán de otro modo; pero el que los perturba, quienquiera que sea, llevará la sentencia.

11Y yo, hermanos, si aún predicara la circuncisión, ¿por qué habría de padecer todavía persecución? En tal caso, se habría quitado el tropiezo de la cruz.

12¡Cómo quisiera yo que se mutilaran quienes los perturban!

13Hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad, solo que no usen la libertad como pretexto para pecar; más bien, sírvanse los unos a los otros por amor.

14Porque toda la ley se cumple en esta sola palabra: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»

15Pero si ustedes se muerden y se devoran los unos a los otros, tengan cuidado de no consumirse también los unos a los otros.

Las obras de la carne y el fruto del Espíritu

16Digo, pues: Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne.

17Porque el deseo de la carne se opone al Espíritu, y el del Espíritu se opone a la carne; y estos se oponen entre sí para que ustedes no hagan lo que quisieran hacer.

18Pero si ustedes son guiados por el Espíritu, no están ya sujetos a la ley.

19Las obras de la carne se manifiestan en adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,

20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,

21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. Acerca de ellas les advierto, como ya antes les he dicho, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

22Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,

23mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley.

24Y los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

25Si vivimos por el Espíritu, vivamos también según el Espíritu.

26No nos hagamos vanidosos, ni nos irritemos unos a otros, ni sintamos envidia entre nosotros.

28»Después de esto, derramaré mi espíritu sobre la humanidad entera, y los hijos y las hijas de ustedes profetizarán; los ancianos tendrán sueños, y los jóvenes recibirán visiones.

29»En aquellos días, también sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu.

30Y haré prodigios en el cielo y en la tierra, con sangre y fuego y columnas de humo.»

31El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que venga el día grande y terrible del Señor.

32Y todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo, y entre ellos estará el remanente al cual el Señor ha llamado, porque en el monte Sión y en Jerusalén habrá salvación, tal y como el Señor lo ha dicho.

Viviendo en el Espíritu

1Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu,

2porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

3Porque Dios ha hecho lo que para la ley era imposible hacer, debido a que era débil por su naturaleza pecaminosa: por causa del pecado envió a su Hijo en una condición semejante a la del hombre pecador, y de esa manera condenó al pecado en la carne,

4para que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros, que no seguimos los pasos de nuestra carne, sino los del Espíritu.

5Porque los que siguen los pasos de la carne fijan su atención en lo que es de la carne, pero los que son del Espíritu, la fijan en lo que es del Espíritu.

6Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.

7Las intenciones de la carne llevan a la enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;

8además, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

9Pero ustedes no viven según las intenciones de la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

10Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está en verdad muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia.

11Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús vive en ustedes, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu que vive en ustedes.

12Así que, hermanos, tenemos una deuda pendiente, pero no es la de vivir en conformidad con la carne,

13porque si ustedes viven en conformidad con la carne, morirán; pero si dan muerte a las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.

14Porque los hijos de Dios son todos aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios.

15Pues ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice nuevamente al miedo, sino que han recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

16El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

17Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Dios promete estar presente

1El Señor le dijo a Moisés:

«Anda, vete ya de aquí, con el pueblo que sacaste de Egipto, y llévalos a la tierra que prometí darles a Abrahán, Isaac y Jacob, cuando dije: “Se la daré a tu descendencia.”

2Yo enviaré un ángel para que vaya delante de ti, y expulsaré a los cananeos y a los amorreos, a los hititas y a los ferezeos, y a los jivitas y jebuseos.

3Esa tierra fluye leche y miel. Pero yo no iré contigo, porque eres un pueblo de dura cerviz y bien podría yo consumirte en el camino.»

4Cuando el pueblo se enteró de esta mala noticia, se vistieron de luto y ninguno se puso sus joyas.

5Y es que el Señor le había dicho a Moisés: «Diles a los hijos de Israel: “Ustedes son un pueblo de dura cerviz. Si acaso los acompañara, en cualquier momento podría acabar con ustedes.” Así que, quítense ahora sus joyas, para que yo sepa lo que tengo que hacer.»

6Y así, desde que partieron del monte Horeb los hijos de Israel se despojaron de sus joyas.

7Moisés tomó el tabernáculo y lo plantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó «Tabernáculo de Reunión». Todo el que buscaba al Señor iba hasta el tabernáculo de reunión, el cual estaba fuera del campamento.

8Cada vez que Moisés iba al tabernáculo, todo el pueblo se levantaba y se quedaba de pie, a la entrada de su tienda, y seguían a Moisés con la mirada, hasta que él entraba en el tabernáculo.

9Al entrar Moisés en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se quedaba a la entrada del tabernáculo, y entonces el Señor hablaba con Moisés.

10Y cuando todo el pueblo veía la columna de nube a la entrada del tabernáculo, se levantaba cada uno e iba a la entrada de su tienda para adorar.

11Y el Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla cualquiera con su compañero. Después Moisés volvía al campamento, pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba del tabernáculo.

12Moisés le dijo entonces al Señor:

«Mira, tú me has dicho: “Llévate de aquí a este pueblo”; pero no me has dicho a quién vas a enviar conmigo. Lejos de eso, insistes: “Yo te conozco. Sé quién eres, y te has ganado mi favor.”

13Ahora bien, si en verdad me he ganado tu favor, te ruego que me hagas saber qué planes tienes. Así sabré si en verdad me he ganado tu favor. ¡Toma en cuenta que esta gente es tu pueblo!»

14Y el Señor le dijo:

«Mi presencia irá contigo, y te haré descansar.»

15Pero Moisés respondió:

«Si tú no vas a venir conmigo, no nos saques de aquí.

16¿Cómo vamos a saber tu pueblo y yo que en verdad me he ganado tu favor? ¡Lo sabremos solo si vienes con nosotros, y solo si tu pueblo y yo somos apartados de todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra!»

17El Señor le dijo a Moisés:

«Tan cierto es que te has ganado mi favor, y que te conozco por nombre, que voy a hacer lo que me has pedido.»

18Entonces Moisés dijo:

«Te ruego que me muestres tu gloria.»

19Y el Señor le respondió:

«Voy a hacer que todo mi bien pase delante de ti, y delante de ti voy a proclamar mi nombre, que es EL SEÑOR. Porque soy misericordioso con quien quiero ser misericordioso, y soy clemente con quien quiero ser clemente.»

20El Señor dijo también:

«Mi rostro no podrás verlo, porque nadie puede ver mi rostro y seguir viviendo.»

21Y añadió:

«¡Mira! Aquí en la roca, junto a mí, hay un lugar. Quédate allí;

22y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi mano mientras paso.

23Después de eso apartaré mi mano, y podrás ver mis espaldas, pero no mi rostro.»

Sociedad Bíblica Peruana

Sede Principal 
Av. Petit Thouars 991 Santa Beatriz, Lima
Perú
e-mail: redaccion@sbp.org.pe 


Teléfono: +51 (1) 433 0077
whatsApp: +51 994 610 023

* Sucursal Trujillo :
Jirón Diego De Almagro 857 – 867

𝘚𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘉í𝘣𝘭𝘪𝘤𝘢 𝘗𝘦𝘳𝘶𝘢𝘯𝘢 𝘈𝘴𝘰𝘤. 𝘊𝘶𝘭𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭 – 𝘙𝘜𝘊 𝟸𝟶𝟷𝟸𝟻𝟾𝟿𝟿𝟽𝟸𝟹

Sociedad Bíblica Peruanav.4.19.0
SIGUENOS