Sociedad Bíblica Peruana

ESPERANZA EN SU AMOR INCONDICIONAL

Bible text(s)

Dios es amor

7Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios.

8El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.

9En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.

10En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

11Amados, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros.

12Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se perfecciona en nosotros.

13En esto sabemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que él nos ha dado de su Espíritu.

14Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.

15Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios en él.

16Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.

17En esto se perfecciona el amor en nosotros: para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo.

18En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. Por lo tanto, el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

19Nosotros lo amamos a él, porque él nos amó primero.

20Si alguno dice: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto?

21Nosotros recibimos de él este mandamiento: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

1Dirigí entonces la mirada hacia tanta violencia que se comete bajo el sol, y pude ver que los oprimidos lloran y no hay quien los consuele; y no hay quien los consuele porque el poder está en manos de sus opresores.

2Felicité entonces a los que ya han muerto, más que a los que aún viven,

3aunque más felices que estos dos son los que todavía no han nacido, pues todavía no han visto tanta maldad que se comete bajo el sol.

4También he podido ver que todo el que se afana y tiene éxito en lo que hace despierta la envidia de su prójimo. ¡Y esto también es vanidad y aflicción de espíritu!

5El necio se cruza de brazos,

y acaba por destruirse a sí mismo.

6Más vale un puñado de descanso

que dos puñados de afanes y aflicción de espíritu.

7Una vez más dirigí la mirada hacia la vanidad que existe bajo el sol.

8Y vi a un hombre solo, sin hijos ni hermanos que lo sucedieran, y que no obstante nunca dejaba de trabajar ni se cansaba de contemplar sus riquezas, ni tampoco se preguntaba: «Y yo, ¿para quién trabajo? ¿Para qué reprimo mi apetito por las cosas buenas?» ¡Y esto también es vanidad, y un trabajo infructuoso!

9Dos son mejor que uno, porque sacan más provecho de sus afanes.

10Si uno de ellos se tropieza, el otro lo levanta.

¡Pero ay de aquel que tropieza y no hay quien lo levante!

11Si dos se acuestan juntos, mutuamente se calientan;

pero uno solo no puede calentarse.

12Uno solo puede ser vencido, pero dos presentan resistencia.

El cordón de tres hilos no se rompe fácilmente.

13Mejor es el joven pobre y sabio, que el rey viejo y necio, que no admite consejos.

14Porque el joven sabio, aunque haya nacido pobre en el reino del viejo necio, sale de la cárcel para asumir el trono.

15Yo he visto a todos los que viven bajo el sol seguir al joven que sucederá al rey necio.

16¡La gente que lo sigue es incontable! Y sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos con él. ¡Y también esto es vanidad y aflicción de espíritu!

Eclesiastés 4:1-16RVRCAbrir en el lector de la Biblia
Pablo en Atenas

16Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardeció al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría.

17Por eso en la sinagoga discutía con los judíos y con hombres piadosos, y también con todos los que a diario acudían a la plaza.

18Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos discutían con él. Unos preguntaban: «¿De qué habla este parlanchín?» Y otros decían: «Es alguien que habla de dioses extranjeros.» Y es que les hablaba del evangelio de Jesús, y de la resurrección.

19Entonces lo tomaron, lo llevaron al Areópago y le dijeron: «¿Nos puedes explicar qué es esta nueva enseñanza de la que hablas?

20Porque esto suena extraño en nuestros oídos. Nos gustaría saber qué significa todo esto.»

21(Y es que a todos los atenienses y extranjeros que allí vivían, no les interesaba nada que no fuera decir o escuchar cosas novedosas.)

22Pablo se puso entonces en medio del Areópago, y dijo: «Varones atenienses, he observado que ustedes son muy religiosos.

23Porque al pasar y observar sus santuarios, hallé un altar con esta inscripción: “Al Dios no conocido”. Pues al Dios que ustedes adoran sin conocerlo, es el Dios que yo les anuncio.

24El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, es el Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por manos humanas,

25ni necesita que nadie le sirva, porque a él no le hace falta nada, pues él es quien da vida y aliento a todos y a todo.

26De un solo hombre hizo a todo el género humano, para que habiten sobre la faz de la tierra, y les ha prefijado sus tiempos precisos y sus límites para vivir,

27a fin de que busquen a Dios, y puedan encontrarlo, aunque sea a tientas. Pero lo cierto es que él no está lejos de cada uno de nosotros,

28porque en él vivimos, y nos movemos, y somos. Ya algunos poetas entre ustedes lo han dicho: “Porque somos linaje suyo.”

29Puesto que somos linaje de Dios, no podemos pensar que la Divinidad se asemeje al oro o a la plata, o a la piedra o a esculturas artísticas, ni que proceda de la imaginación humana.

30Dios, que ha pasado por alto esos tiempos de ignorancia, ahora quiere que todos, en todas partes, se arrepientan.

31Porque él ha establecido un día en que, por medio de aquel varón que escogió y que resucitó de los muertos, juzgará al mundo con justicia.»

32Cuando los allí presentes oyeron hablar de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: «Ya te oiremos hablar de esto en otra ocasión.»

33Entonces Pablo se retiró de en medio de ellos;

34pero algunos le creyeron y se unieron a él. Entre ellos estaba Dionisio, que era miembro del areópago, una mujer llamada Dámaris, y otros más.

Nacimiento de Sansón

1Los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del Señor, y durante cuarenta años el Señor los entregó al poder de los filisteos.

2En Sorá, poblado de la tribu de Dan, había un hombre llamado Manoa, que no tenía hijos porque su mujer era estéril.

3Cierto día, un ángel del Señor se le apareció a su mujer y le dijo:

«Es un hecho que eres estéril, y que nunca has tenido hijos. Pero vas a quedar embarazada y darás a luz un hijo.

4Solo que tú no debes beber vino ni sidra, ni comer nada que sea impuro.

5Al hijo que vas a concebir y dar a luz no debes cortarle nunca el cabello, porque desde antes de nacer el niño estará consagrado a Dios como nazareo, y él comenzará a salvar a Israel del poder de los filisteos.»

6La mujer fue y le contó a su marido lo sucedido. Le dijo:

«Un varón de Dios vino a hablar conmigo. Su aspecto era tan impresionante y temible que parecía un ángel de Dios. Yo no le pregunté quién era, ni de dónde venía, ni tampoco él me reveló su nombre.

7Lo que sí me dijo, fue: “Vas a quedar embarazada y darás a luz un hijo. Así que tú no debes beber vino ni sidra, ni comer nada que sea impuro, porque desde antes de nacer, y hasta que muera, este niño estará consagrado a Dios como nazareo.”»

8Manoa oró entonces al Señor, y dijo:

«Mi Señor, yo te ruego que venga otra vez ese varón que enviaste, para que nos diga qué es lo que debemos hacer con el niño que va a nacer.»

9Dios escuchó los ruegos de Manoa, y su ángel volvió a ver a la esposa de Manoa mientras esta se hallaba en el campo. Manoa no estaba con ella.

10Entonces la esposa corrió a decirle a su marido:

«¡Ven, que se me ha aparecido otra vez el varón que me habló el otro día!»

11Manoa se levantó y siguió a su mujer, y le preguntó al varón:

«¿Eres tú quien habló con mi esposa?»

Y el varón respondió:

«Sí, yo soy.»

12Entonces Manoa dijo:

«Cuando se cumpla tu promesa a mi esposa, ¿cómo debemos educar al niño, y qué tenemos que hacer con él?»

13Y el ángel del Señor le respondió:

«Tu esposa debe abstenerse de todo lo que yo le dije.

14No tomará nada que provenga de la vid; no beberá vino ni sidra, ni comerá nada que sea impuro. Debe abstenerse de todo lo que le ordené.»

15Manoa le dijo al ángel del Señor:

«Por favor, permítenos detenerte un poco. Queremos prepararte un cabrito.»

16Pero el ángel del Señor respondió:

«Aun cuando me quedara, no comeré nada de lo que me ofrezcas. Si quieres ofrecer un holocausto, ofrécelo al Señor.»

Como Manoa no sabía que estaba ante el ángel del Señor,

17le preguntó:

«¿Cómo te llamas? Así podremos honrarte cuando se cumpla tu promesa.»

18Pero el ángel del Señor respondió:

«¿Por qué me preguntas cómo me llamo? ¿No sabes que mi nombre es inefable?»

19Entonces Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció al Señor sobre una peña; el ángel, por su parte, realizó un milagro frente a Manoa y su mujer.

20Y sucedió que, al elevarse al cielo la llama que ardía sobre el altar, el ángel se elevó junto con la llama. Entonces ellos se postraron en tierra,

21y el ángel del Señor no se les volvió a aparecer.

Cuando Manoa se dio cuenta de que era el ángel del Señor,

22le dijo a su mujer:

«Seguramente vamos a morir, porque hemos visto a Dios.»

23Pero su mujer le respondió:

«Si el Señor quisiera matarnos, no hubiera aceptado el holocausto ni la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todo esto, y tampoco nos hubiera anunciado esto.»

24Y la esposa de Manoa tuvo un hijo, y le puso por nombre Sansón. Y el niño crecía, y el Señor lo bendecía.

25Y fue en los campamentos de Dan, entre Sorá y Estaol, donde el espíritu del Señor comenzó a manifestarse en él.

Eliseo hace flotar el hacha

1Un día, algunos de los profetas le dijeron a Eliseo:

«Mira, el lugar en que vivimos contigo ya nos resulta muy estrecho.

2Vayamos al río Jordán y tomemos cada uno de nosotros una viga de allí, y levantemos allí mismo un lugar donde podamos vivir.»

Eliseo les dijo que fueran,

3pero uno de ellos le pidió que los acompañara. Y Eliseo aceptó.

4Y así, se fue al Jordán con ellos, y cuando llegaron allá cortaron la madera.

5Pero sucedió que, mientras uno de ellos derribaba un árbol, el hacha se le cayó al agua; entonces comenzó a gritar:

«¡Ay, señor, el hacha era prestada!»

6El varón de Dios le preguntó:

«¿Y dónde cayó?»

Cuando aquel le mostró el lugar, Eliseo cortó un palo y lo echó al agua, con lo que hizo que el hacha flotara;

7entonces le ordenó que recogiera el hacha, y aquel extendió la mano y la sacó del agua.

Eliseo y los sirios

8El rey de Siria estaba en guerra contra Israel, así que luego de consultar a sus oficiales dijo:

«Voy a instalar mi campamento en cierto lugar.»

9Entonces el varón de Dios mandó a decir al rey de Israel:

«Ten cuidado de no pasar por tal lugar, porque los sirios van a acampar allí.»

10Entonces el rey de Israel envió gente al lugar señalado por el varón de Dios, y este una y otra vez advirtió al rey que debía tener cuidado.

11El rey de Siria se molestó mucho por esto, así que llamó a sus oficiales y les dijo:

«¿No me van a decir quién de ustedes está a favor del rey de Israel?»

12Uno de sus oficiales dijo:

«Ninguno de nosotros lo está. Lo que pasa, mi señor y rey, es que el profeta Eliseo está en Israel, y es él quien va y le cuenta al rey de Israel todo lo que Su Majestad dice, incluso en la intimidad de su alcoba.»

13Entonces el rey ordenó:

«Pues vayan y averigüen dónde está Eliseo, para que yo mande a que lo aprehendan.»

En cuanto le dijeron que Eliseo estaba en Dotán,

14el rey mandó allá soldados de caballería, y carros de combate, y un gran ejército, los cuales llegaron de noche y sitiaron la ciudad.

15Al día siguiente, por la mañana, el ayudante del varón de Dios salió y se encontró con que el ejército había sitiado la ciudad con su caballería y sus carros de combate. Entonces fue a decirle a Eliseo:

«¡Ay, señor mío! ¿Y ahora qué vamos a hacer?»

16Y Eliseo le dijo:

«No tengas miedo, que son más los que están con nosotros que los que están con ellos.»

17Acto seguido, Eliseo oró con estas palabras:

«Señor, te ruego que abras los ojos de mi siervo, para que vea.»

El Señor abrió los ojos del criado, y este miró a su alrededor y vio que en torno a Eliseo el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego.

18Y cuando los sirios se dispusieron a atacarlo, Eliseo oró así al Señor:

«Te ruego que hieras con ceguera a estos paganos.»

Y el Señor los dejó ciegos, tal y como Eliseo se lo pidió.

19Luego, Eliseo les dijo:

«Este no es el camino correcto, ni esta ciudad es la que buscan. Síganme, y yo los llevaré hasta el hombre que buscan.»

Y los llevó a Samaria.

20Y cuando llegaron allá, Eliseo dijo:

«Señor, ábreles los ojos, para que puedan ver.»

El Señor les abrió los ojos, y entonces vieron que se hallaban en medio de Samaria.

21Al verlos, el rey de Israel le preguntó a Eliseo:

«¿Debo matarlos, padre mío?»

22Y Eliseo le dijo:

«No, no los mates. ¿Acaso matarías a quienes con tu espada y con tu arco hicieras prisioneros? Más bien, dales pan y agua, y que coman y beban, y se vayan de regreso con sus amos.»

23Entonces el rey les ofreció un gran banquete, y en cuanto terminaron de comer y de beber, los mandó de regreso a su señor. Y nunca más volvieron a merodear en Israel bandas armadas de Siria.

El amor hacia los enemigos

27»A ustedes, los que me escuchan, les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian,

28bendigan a quienes los maldicen, y oren por quienes los calumnian.

29Si alguno te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Si alguien te quita la capa, deja que se lleve también la túnica.

30A todo el que te pida, dale; y a quien se lleve lo que es tuyo, no le pidas que te lo devuelva.

La regla de oro

31»Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados.

32Porque si ustedes aman solo a quienes los aman, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores aman a quienes los aman!

33Y si ustedes tratan bien solo a quienes los tratan bien a ustedes, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores hacen lo mismo!

34Si prestan algo a aquellos de quienes ustedes esperan recibir algo, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores se prestan unos a otros para recibir otro tanto!

35Ustedes deben amar a sus enemigos, hacer el bien y dar prestado, sin esperar nada a cambio. Grande será entonces el galardón que recibirán, y serán hijos del Altísimo. Porque él es benigno con los ingratos y con los malvados.

36Por lo tanto, sean compasivos, como también su Padre es compasivo.

San Lucas 6:27-36RVRCAbrir en el lector de la Biblia

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