Sociedad Bíblica Peruana

ESPERANZA EN SU PALABRA

Bible text(s)

Alabanzas al Creador

1Ustedes los justos, ¡alégrense en el Señor!

¡Hermosa es la alabanza de los hombres íntegros!

2¡Aclamen al Señor con arpas!

¡Alábenlo al son del salterio y del decacordio!

3¡Canten al Señor un cántico nuevo!

¡Canten y toquen bien y con regocijo!

4Ciertamente, la palabra del Señor es recta;

todo lo hace con fidelidad.

5El Señor ama la justicia y el derecho;

la tierra está llena de su misericordia.

6Con su palabra, el Señor hizo los cielos;

todo lo creado lo hizo con un soplo de su boca.

7El Señor junta el agua del mar en una vasija,

y pone en un depósito las profundidades del mar.

8¡Que toda la tierra tema al Señor!

¡Que le teman todos los habitantes del mundo!

9El Señor habló, y todo fue creado;

el Señor ordenó, y todo apareció.

10El Señor anula los planes de las naciones;

frustra las maquinaciones de los pueblos.

11Pero los planes y pensamientos del Señor

permanecen por todas las generaciones.

12Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,

¡el pueblo que él escogió como su propiedad!

13El Señor observa desde los cielos;

desde allí vigila a toda la humanidad.

14Desde el lugar de su residencia

contempla a todos los habitantes de la tierra.

15El Señor formó el corazón de todos ellos,

y pondera atentamente todos sus hechos.

16El rey no se salva por tener un gran ejército,

ni se escapa el valiente por tener mucha fuerza.

17Ningún caballo es garantía de salvación;

y aunque tiene mucha fuerza, no salva a nadie.

18El Señor mira atentamente a quienes le temen,

a quienes confían en su misericordia,

19para librarlos de la muerte

y darles vida en tiempos de escasez.

20Con el alma esperamos en el Señor,

pues él es nuestra ayuda y nuestro escudo.

21Por él se alegra nuestro corazón;

confiamos en su santo nombre.

22Señor, sea tu misericordia sobre nosotros,

tal y como lo esperamos de ti.

Saúl, elegido rey

1Había un benjaminita muy valiente que se llamaba Cis hijo de Abiel. Era descendiente en línea directa de Seror, Becorat y Afía.

2Este hombre tenía un hijo que se llamaba Saúl, el cual era un joven muy bien parecido. Entre todos los jóvenes israelitas no había nadie más bien parecido que él; además, era más alto que cualquiera del pueblo.

3Un día, se perdieron las asnas de Cis, su padre, así que este le dijo a su hijo Saúl:

«Levántate y ve enseguida a buscar las asnas. Lleva contigo a uno de los criados.»

4Saúl y su criado atravesaron los montes de Efraín y llegaron hasta el territorio de Salisa, pero no las encontraron. De allí siguieron a la tierra de Sagalín, y tampoco las hallaron. Fueron entonces a la tierra de Benjamín, y tampoco estaban allí.

5Cuando llegaron a la tierra de Suf, Saúl le dijo al criado que lo acompañaba:

«Vamos a regresar. Tal vez ahora mi padre esté más preocupado por nosotros que por las asnas.»

6Pero el criado le dijo:

«En esta ciudad hay un hombre de Dios, a quien todos respetan, pues todo lo que él anuncia sucede sin falta. Vamos a verlo; tal vez nos dé alguna pista en cuanto al propósito de nuestro viaje.»

7Y Saúl le respondió:

«Está bien, vamos; pero ¿qué podemos ofrecerle? Ya no tenemos pan en nuestras alforjas. ¿Qué podemos llevarle a ese hombre de Dios?»

8El criado respondió:

«Yo tengo un poco de plata, pero se la daré a ese hombre para que nos diga hacia dónde dirigirnos.»

9Antiguamente, cualquiera en Israel que consultaba a Dios, decía: «Vamos a ver al vidente», porque así se le llamaba al que luego se llamó «profeta».

10Así que Saúl le dijo a su criado:

«Bien dicho. Vamos, pues.»

Y se dirigieron a la ciudad en donde estaba el hombre de Dios.

11Cuando subían por la cuesta de la ciudad, se encontraron con unas jóvenes que salían por agua, y les preguntaron:

«¿Vive aquí el vidente?»

12Ellas les respondieron:

«Sí, pero más adelante. Dense prisa, porque hoy ha venido a la ciudad para acompañar al pueblo, que va a ofrecer sacrificios en el santuario que está en lo alto del cerro.

13En cuanto entren en la ciudad lo van a ver, pero búsquenlo antes de que suba al santuario para el banquete, pues el pueblo no comerá hasta que él llegue, ya que es él quien bendice el sacrificio; después de eso, comen los invitados. Vayan ahora mismo, y lo hallarán.»

14Ellos se dirigieron a la ciudad, y cuando llegaron al centro, Samuel ya venía hacia ellos y en dirección al santuario del cerro.

15Pero el Señor ya había hablado con Samuel un día antes de que Saúl llegara. Le había dicho:

16«Prepárate, porque mañana a esta misma hora te enviaré a un joven benjaminita. Vas a consagrarlo como rey de mi pueblo Israel, pues él lo va a salvar de los filisteos. El clamor de mi pueblo ha llegado a mis oídos, y yo he puesto en ellos mis ojos.»

17En cuanto Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo:

«Este es el hombre de quien te hablé. Este es el que va a gobernar a mi pueblo.»

18En cuanto Saúl vio que Samuel entraba en la ciudad, se acercó a él y le dijo:

«Te ruego que me digas dónde vive el vidente.»

19Y Samuel le respondió:

«Yo soy el vidente. Acompáñame al santuario allá arriba, y come hoy conmigo. Mañana, cuando te vayas, te diré todo lo que te está inquietando.

20Yo sé que hace tres días se perdieron las asnas de tu padre, pero no te preocupes, porque ya las encontraron. Ahora dime: ¿Quién merece tener lo mejor que hay en Israel? Te lo voy a decir. Lo merecen tú y la familia de tu padre.»

21Pero Saúl respondió:

«Yo soy descendiente de Benjamín, que es la más pequeña de las tribus de Israel. ¿Por qué me dices estas cosas?»

22Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, y los llevó a la sala y les ofreció la cabecera de la mesa, aun cuando Samuel tenía treinta invitados más.

23Luego le dijo al cocinero:

«Trae la porción de carne que te dije que apartaras.»

24El cocinero llevó la espaldilla y todo lo que iba con ella, y la puso delante de Saúl. Entonces Samuel le dijo:

«Esto estaba reservado para ti. Sírvete y come, pues se reservó para tu visita que ya esperaba, aun cuando todo el pueblo también estaba invitado.»

Y Saúl comió aquel día con Samuel.

25Y cuando bajaron del cerro, fueron a la ciudad y Samuel habló con Saúl en la azotea de la casa.

26Al día siguiente, al despuntar el alba, Saúl estaba en la azotea; pero Samuel lo llamó y le dijo:

«Levántate, para que te despida.»

Saúl se levantó, y ambos salieron;

27y cuando se dirigían al otro lado de la ciudad, Samuel le pidió a Saúl que ordenara al criado adelantarse. El criado se adelantó, y entonces Samuel le dijo a Saúl:

«Tengo un mensaje de Dios para ti.»

1Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada.

2Cada uno de nosotros debe agradar a su prójimo en lo que es bueno, con el fin de edificarlo.

3Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo sino que, como está escrito: «Las ofensas de los que te insultaban cayeron sobre mí.»

4Las cosas que se escribieron antes, se escribieron para nuestra enseñanza, a fin de que tengamos esperanza por medio de la paciencia y la consolación de las Escrituras.

5Que el Dios de la paciencia y de la consolación les conceda a ustedes un mismo sentir, según Cristo Jesús,

6para que todos juntos y a una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

El evangelio a los no judíos

7Por tanto, recíbanse unos a otros, como también Cristo nos recibió, para la gloria de Dios.

8Pues les digo que Cristo Jesús vino a ser siervo de los judíos para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a nuestros antepasados,

9y para que los que no son judíos glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito:

«Por tanto, yo te confesaré entre las naciones,

y cantaré salmos a tu nombre.»

10Y en otra parte dice:

«Alégrense, naciones, con su pueblo.»

11Y también dice:

«Alaben al Señor todas las naciones,

y exáltenlo todos los pueblos.»

12Y otra vez dice Isaías:

«Se alzará la raíz de Yesé;

se levantará para gobernar a las naciones,

las cuales pondrán en él su esperanza.»

13¡Que el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en la fe, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo!

Algo salió mal.
Defensa de Pablo ante Agripa

1Entonces Agripa le dijo a Pablo: «Puedes hablar en tu defensa.» Pablo hizo un ademán con la mano, e inició su defensa:

2«Rey Agripa, con mucho gusto presentaré ante ti mi defensa de las acusaciones que me hacen los judíos,

3especialmente porque tú conoces las costumbres y las cuestiones que se debaten entre los judíos. Yo te ruego que me escuches con paciencia.

Vida anterior de Pablo

4»Todos los judíos saben cómo he vivido desde mi niñez y juventud, lo mismo en Jerusalén que entre mi pueblo.

5Ellos saben también, y lo pueden atestiguar, que desde el principio he vivido según las normas de los fariseos, que es el grupo más riguroso de nuestra religión.

6¡Y ahora me juzgan por mi esperanza en la promesa que Dios les hizo a nuestros padres!

7Se trata de la promesa cuyo cumplimiento nuestras doce tribus esperan alcanzar; por eso día y noche sirven constantemente a Dios. ¡Y es por tener esta esperanza, rey Agripa, por lo que me acusan los judíos!

8¿Acaso a ustedes les resulta increíble que Dios resucite a los muertos?

Pablo el perseguidor

9»Reconozco haber creído que era mi deber hacer cualquier cosa en contra del nombre de Jesús de Nazaret.

10Y eso mismo hice en Jerusalén: con la autoridad que me dieron los principales sacerdotes, puse en la cárcel a muchos de esos santos, y hasta llegué a aprobar su muerte.

11En las sinagogas, muchas veces los castigué y los forcé a blasfemar. Tan furioso estaba yo contra ellos, que los perseguí aun en las ciudades extranjeras.

Pablo relata su conversión

12»Con amplios poderes en mi mano, y comisionado por los principales sacerdotes, iba yo una vez hacia Damasco;

13y de pronto, rey Agripa, a eso del mediodía, una luz del cielo, más brillante que el resplandor del sol, nos rodeó en el camino a mí y a mis acompañantes.

14Todos rodamos por tierra. Y entonces oí una voz que me hablaba en arameo, y me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar de coces contra el aguijón.”

15Yo pregunté: “¿Quién eres, Señor?” Y el Señor me dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.

16Ponte de pie, que me he aparecido a ti porque tú vas a ser ministro y testigo de lo que has visto, y de lo que aún te voy a mostrar.

17Yo te libraré de tu pueblo y de los no judíos, y quiero que vayas a ellos

18para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás al poder de Dios; para que por la fe en mí, reciban el perdón de sus pecados y la herencia de los que han sido santificados.”

Pablo obedece a la visión

19»Por eso, rey Agripa, no desobedecí esa visión celestial,

20sino que comenzando por los que viven en Damasco y en Jerusalén, y siguiendo por los que viven en Judea, sin pasar por alto a los no judíos, les anuncié que debían arrepentirse y volverse a Dios, y demostrar con sus hechos que realmente se habían arrepentido.

21¡Y por esto los judíos me aprehendieron en el templo y trataron de matarme!

22Pero Dios vino en mi ayuda. Por eso hasta hoy no dejo de dar mi testimonio a grandes y pequeños. Y no digo nada que no hayan dicho ya los profetas y Moisés.

23Por ejemplo, que el Cristo tenía que padecer, y que sería el primero en resucitar de los muertos, para anunciar la luz al pueblo de Israel y a las naciones.»

Pablo insta a Agripa a que crea

24Esto decía Pablo en su defensa, cuando Festo gritó a voz en cuello: «¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te han vuelto loco!»

25Pero Pablo respondió: «No estoy loco, excelentísimo Festo. Lo que estoy diciendo es la verdad, y tiene sentido.

26El rey también lo sabe, y por eso hablo con él de esto sin ningún temor. Estoy seguro de que él no ignora nada de esto, porque no lo hemos discutido en un rincón.

27Tú, rey Agripa, ¿crees en lo que dicen los profetas? ¡Yo sé que sí lo crees!»

28Agripa le respondió: «¿Con tan poco pretendes hacerme cristiano?»

29Y Pablo dijo: «Pues Dios quiera que, con poco o con mucho, no solo tú sino también todos los que hoy me escuchan lleguen a ser como yo, ¡pero sin estas cadenas!»

30El rey se puso de pie, lo mismo que el gobernador y Berenice y los que estaban sentados con ellos,

31y todos ellos se retiraron aparte y comentaron entre ellos: «Este hombre no ha hecho nada que merezca la prisión ni la pena de muerte.»

32Por su parte, Agripa le dijo a Festo: «Se le podría poner en libertad, si no hubiera apelado al emperador.»

Las palabras de Agur

1Palabras proféticas de Agur, hijo de Jaqué, dirigidas a Itiel, a Itiel y a Ucal.

2¡No hay nadie más ignorante que yo!

¡No hay en mí raciocinio humano!

3No tengo estudios ni sabiduría;

¡no tengo conocimiento alguno del Dios santo!

4¿Quién puede subir al cielo, y bajar de allí?

¿Quién puede retener el viento entre sus puños?

¿Quién puede retener el mar en un paño?

¿Quién estableció los límites de la tierra?

¿Sabes su nombre, y el nombre de su hijo?

5Las palabras de Dios son todas puras;

Dios es el escudo de quienes en él confían.

6No añadas a sus palabras, y él no te reprenderá,

y tampoco resultarás un mentiroso.

7Solamente dos cosas te he pedido;

¡concédemelas antes de que muera!

8Aparta de mí la vanidad y la mentira,

y no me des pobreza ni riquezas.

Dame solo el pan necesario,

9no sea que, una vez satisfecho,

te niegue y diga: «¿Y quién es el Señor?»

O que, por ser pobre, llegue yo a robar

y ofenda el nombre de mi Dios.

10No acuses al siervo ante su amo,

no sea que te maldiga y sufras el castigo.

11Hay algunos que maldicen a su padre

y no bendicen a su madre.

12Hay algunos que se creen muy puros,

aunque no se han purificado de su inmundicia.

13Hay algunos que miran con altanería

y mantienen en alto la mirada.

14Hay algunos cuyos dientes parecen espadas

y cuyas muelas parecen cuchillos,

¡dispuestos a devorar a los pobres de la tierra,

a la gente menesterosa de este mundo!

15La sanguijuela tiene dos hijas

que no saben más que pedir.

Tres cosas hay que nunca se sacian,

y aun la cuarta nunca está satisfecha:

16El sepulcro, la matriz estéril,

la tierra seca, que demanda más agua,

y el fuego, que jamás deja de arder.

17A quien mira con desprecio a su padre

y tiene en poco la enseñanza de la madre,

¡que los cuervos del valle le saquen los ojos!,

¡que los aguiluchos se lo coman vivo!

18Hay tres cosas que me son incomprensibles,

y aun la cuarta no la alcanzo a comprender:

19el rastro del águila en el aire,

el rastro de la serpiente sobre las rocas,

el rastro del barco al surcar el mar,

y el rastro del hombre en la doncella.

20La mujer adúltera se porta así:

Come, se limpia la boca,

y afirma: «No he hecho nada malo.»

21Hay tres cosas que sacuden a la tierra,

y una cuarta que no puede tolerar:

22el siervo que llega a ser rey,

el necio que se harta de pan,

23la solterona que llega a casarse,

y la criada que suplanta a su ama.

24Hay cuatro cosas muy pequeñas en la tierra,

pero que son más sabias que los sabios:

25las hormigas, ejército nada fuerte,

pero que en el verano almacena su comida;

26los damanes, ejército sin recursos,

pero que ponen su casa en la roca;

27las langostas, que no tienen rey,

pero que avanzan en perfecta formación;

28y la araña, que se puede atrapar con la mano,

pero que se halla en el palacio del rey.

29Tres animales caminan con paso airoso,

y el cuarto se pavonea al andar:

30el león, el más fuerte de los animales,

al que nada lo hace retroceder;

31el pavo real, el macho cabrío,

y el rey, a quien nadie resiste.

32Si en tu necedad has querido enaltecerte,

o has hecho planes malvados, reflexiona:

33Si bates la leche, obtienes mantequilla;

si te suenas fuerte la nariz, esta te sangra;

y si provocas la ira de alguien, provocas un pleito.

Proverbios 30:1-33RVRCAbrir en el lector de la Biblia

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